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Emprender y la vuelta al cole

Cosas que me pasaron en la escuela y que ahora me sirven para emprender.

Durante los años escolares y universitarios, vas llenando tu cabeza de conocimiento y también de experiencias que más adelante afectarán a tus decisiones en la vida. A decisiones tan importantes como a qué me voy a dedicar o cuáles son los talentos que voy poner a disposición de los demás para que mi vida sea plena y tenga sentido.

Cada vez que llega Septiembre, todavía siento cierto vértigo en el estómago, como cuando era pequeña. Y recuerdo…

*La historia de Doña Paquita: Hacer tu DAFO y elegir tu cliente ideal

Siempre fui una niña de «notables» y algún «sobresaliente» en la escuela. No me entusiasmaba estudiar, pero no podía imaginar las catástrofes que se desencadenarían en mi vida si bajaba de «notable» a «suficiente»  o al todavía más inimaginable «insuficiente».

Cuando acababa de empezar séptimo de EGB, y mi hermano sexto en el mismo colegio, me crucé por el pasillo con mi tutora de sexto, Doña Paquita. (Me pregunto si todavía se les trata de «don» o «doña» a los profesores…).

Sin venir a cuento, mi ex-tutora Doña Paquita me espetó:

«¡Tejada!» – esa era yo – «¡He conocido a su hermano! Y es mucho mejor que usted. ¡Mucho mejor!».

De pequeña, era yo quien no le temía a la oscuridad, no lloraba cuando mis padres me dejaban en la escuela, corría más rápido, apenas enfermaba, no hacía trampas, le ganaba a las damas o defendía a mi hermano cuando algún niño se metía con él. También dedicaba más tiempo que él a escribir, dibujar y a escuchar música. ¿En qué momento había dejado de ser todo eso importante?

Aquel comentario estaba tan fuera de lugar, en medio del pasillo, rodeada de mis compañeras, que no se me ocurrió otra cosa que contestar «Así es. Es mucho mejor». Bien podría haber contestado «yo he conocido a mi tutora de séptimo y es mucho mejor que usted, mucho mejor». Pero en aquel momento no se me ocurrió.

Lo grave de todo es que a partir de aquel momento, asumí que eso era verdad: Que mi hermano, estudiante de sobresaliente, era mucho mejor. Y durante muchos años me creí aquello.

A fuerza de trabajar en el mundo comercial, de haberme enfrentado a múltiples entrevistas de trabajo, y también de tener que dar forma a mi propia marca personal, hoy sé que nadie es MEJOR que nadie. Y aunque siento adoración por mi hermano, todos tenemos nuestras debilidades y fortalezas. Para emprender, hay que tirar de fortalezas, y así poder minimizar los puntos más débiles. Aprovechar oportunidades y poner al servicio de nuestro cliente ideal los talentos de los que disponemos para ayudarle en sus necesidades…

¡Y está claro que Doña Paquita no era mi cliente ideal! 😉

 

*No dibujes en los deberes: La importancia de una marca personal ¡con personalidad!

Los Miércoles y Viernes, hasta los 14 años, tenía clases de inglés en una academia. Odiaba tanto hacer los deberes, que casi siempre los dejaba para el final. Pero los días que hacía los deberes antes, me daba tiempo de dibujar cuando los acababa. Era mi premio.

En una ocasión, entregué mi cuaderno de deberes en clase de Tim, un profesor de substitución que tenía fama de ser bastante antipático. Mis deberes estaban llenos de dibujos (ese día los había hecho con bastante antelación y además había usado mis nuevos rotuladores fluorescentes ¡una pasada!).

Tim miró escandalizado aquellos deberes tan brillantes y me dijo muy serio:

«No se dibuja en los deberes».

Me pareció la norma más estúpida y sin sentido que había oído en mi vida. Pero dejé de hacerlo y mis deberes pasaron de aburrirme soberanamente a ser soberanamente aburridos.

¡No quiero pensar qué hubiese sido de Austin Kleon si su profesor le hubiese dicho «prohibido hacer tachones en el cuaderno»!

Emprender y la vuelta al cole

«Home is me and you in any town». AUSTIN KLEON

 

Cuando empecé a crear mi marca, dudé en si poner simplemente mis iniciales o «un dibujito de los míos» como símbolo representativo de mi proyecto personal. ¿Quién me tomaría en serio? Una concha con un bigote, bañada por una ola, vestida con un collar de perlas, en medio de mi tarjeta de visita…

Finalmente, me di permiso para dibujar en los deberes y estoy encantada con mi decisión.

La creatividad es vital en los negocios. Y dotar de personalidad a nuestra marca, a nuestros proyectos, a lo que ponemos a disposición del mundo cada día, es un privilegio (¡y un lujo!)  que los emprendedores tenemos. Si un día me encuentro a aquel profesor de inglés, le daré orgullosa mi tarjeta de visita, sólo para ver cómo le da el soponcio.

 

*El inicio de la Universidad: Sigue tu instinto.

Con éstas y otras muchas historias que ocurrieron durante mi educación, llegué a la Universidad sin idea alguna de qué estudiar. Como mi nota de selectividad no era suficiente para entrar en periodismo, que era lo único «con salida» que me llamaba la atención, y aconsejada por mi entorno, me matriculé en derecho.

El día que rellenaba la matrícula de derecho quería llorar. Tenía un nudo tan grande en el estómago que apenas podía sostener el boli. Mi instinto me estaba hablando a gritos. Pero yo ni caso.

Tres años y un transtorno de la alimentación después, abandoné la carrera. Fue la primera decisión en mi vida que tomé a contracorriente. Pero escuchando mi ombligo. A partir de ese momento, decidí que no haría nada más que no me apeteciese hacer. Tomé las riendas.

Cada día me pregunto si la razón por la que me levanto me hace sonreír. Me hace feliz. Si algún día la respuesta es no, vuelvo a prenguntar a mi ombligo y me doy permiso para cambiar. A veces es simplemente que necesito descansar un poco más o comer mejor. Pero otras veces, mi instinto me dice que ha llegado el momento de un cambio de trabajo, de actividad o incluso de vida. Entonces, preparo un plan, tomo aire, cierro los ojos y confío en mi instinto.

 

*NO volveré a estudiar: El día más feliz de mi vida y la importancia de la formación continua.

Después de decidir dejar de perder el tiempo ( y el dinero de mis padres) en la carrera de derecho, me matriculé en Turismo.

Aunque volví a los notables y sobresalientes, el día más feliz de mi vida fue cuando, después del examen final de carrera, la llamada reválida (¿uff… existe todavía este examen infernal y totalmente inútil?), me di cuenta de que se había acabado. De que no tendría que volver a la escuela NUNCA más. Que ya «había cumplido» con lo que se esperaba de mí como estudiante.

Entonces, es cuando empecé a disfrutar aprendiendo. Me apunté a cursos de idiomas para mejorar en mi trabajo, a cursos de cocina vegetariana para comer mejor y cuidar mi salud, a cursos de social media porque me entusiasmaba ese mundo, a fotografía para poder plasmar en imágenes lo que yo veía en mi mente, a photoshop para poder retocar esas imágenes, a diseño gráfico para poder desarrollar una nueva profesión…

Aprender y poder aplicar esos conocimientos, cobró sentido para mí.

No hay día en el que no aprenda algo nuevo. Y utilizar después ese conocimiento en el mundo real, sentir que lo que estudias te está ayudando a mejorar como persona y profesional ¡es una de las mejores sensaciones del mundo!

 

*La historia de mi profesor de lengua: Aprendiendo a recibir un NO.

Como ya he mencionado al principio, alguna de las cosas que más me gustaban durante mi etapa escolar era escribir. Cuando en el instituto, mi profesor de lengua nos propuso entregar voluntariamente redacciones cada semana para que él nos las corrigiese, me entusiasmé. Él proponía el tema y nosotros desarrollábamos. Me encantaba aquello. No el disertar sobre un tema que él escogía, sino poder darle la vuelta para llevarlo a mi terreno, transformarlo y crear algo inesperado.

Hasta que un día, cuando devolvía corregidas las redacciones, me llamó a su mesa y me dijo:

«Mira, no sé por qué me entregas cada semana tus redacciones». «No sé cómo corregirlas». «No me entregues más». Y se quedó tan pancho.

Nunca entendí aquel episodio. Si lo que él quería eran redacciones aburridas, que lo hubiese dicho desde un principio y yo no hubiese dedicado a su tarea voluntaria, ni un segundo de mi energía. Seguí escribiendo, aunque no en su clase.

Y aprendí a digerir el «no», que es muy útil en el mundo empresarial. A no tomarme de manera personal los «no» que voy recibiendo por el camino, y a seguir adelante. Creo que fué el conferenciante y escritor Sergio Fernández quien dijo que «NO, únicamente son las siglas de «Nueva Oportunidad». Sigue adelante.

Emprender, crear un negocio de la nada, es un camino difícil. A veces pienso que no recibí la educación adecuada para potenciar mi instinto emprendedor, ni mis talentos innatos. Entonces, recuerdo alguna de estas historias, y pienso que tal vez sí: Que algo dejaron en mí que hoy me sirve para emprender.

¿Te paso a ti algo parecido en el colegio? ¿Odiabas estudiar y ahora no pasa un día sin que aprendas algo nuevo? ¿Qué ha quedado en ti de los años escolares que ahora te sirva para tu vida de adulto? ¿Tuviste algún profesor que te marcó?

¡Cuéntamelo en los comentarios! Me encantaría saberlo.

Nota: Todas las opiniones de este post son mis impresiones personales. No recibo ninguna contraprestación de las personas o empresas mencionadas en este artículo.

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